Gastón Bourquín, el fotógrafo suizo que difundió la Argentina en postales - Artigo
- Fotografia e Nostalgia

- 15 de set.
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Atualizado: 17 de set.

Documento de Gastón Bourquín.

El Tigre. Cargamentos frutícolas provenientes de las islas del Delta, circa 1930.

Balneario municipal de la Costanera Sud, ca. 1930. Al fondo, el espigón, construido en 1918 y llamado Plus Ultra en 1928, en conmemoración del vuelo efectuado en 1926 por el hidroavión de ese nombre entre Palos de la Frontera y el Plata.

Placa de bronce del estudio del fotógrafo. El hecho de que esté corregida permite suponer que data de la época de su vinculación con Víctor Berthet y que fue reutilizada luego de la disolución de su sociedad con Kolhmann.

El Graf Zeppelin sobre Buenos Aires, 30 de junio de 1934. Fotografía posiblemente tomada por su socio Kohlmann desde del edificio Comega.

El Congreso y las cúpulas del edifico La Inmobiliaria, sobre Avenida de Mayo.

Bourquín delante de Enrique Bucher en la selva misionera, posiblemente cerca de Puerto Gisela, circa 1925.

El fotógrafo con su esposa, Esther Sameh, y la pequeña Jeannette, única hija del matrimonio, 1938.

Bourquín fue pionero en el fotomontaje: nótese el cartel de Longines aplicado sobre una medianera en la postal, que no está en la foto original.

Bourquín fue pionero en el fotomontaje: nótese el cartel de Longines aplicado sobre una medianera en la postal, que no está en la foto original.
Gastón Bourquín, el fotógrafo suizo que difundió la Argentina en postales - Artigo
Artigo
Gastón Bourquín (1890-1950) era fotógrafo profesional con título. Toda una rareza para principios del siglo pasado. Había estudiado en un colegio técnico del cantón de Ginebra. En 1913, por una circunstancia casi fortuita –la visita de Juan Pi, un colega suizo ya radicado en San Rafael, que se había convertido en el fotógrafo más consolidado del sur de Mendoza–, viajó a la Argentina. Venía a trabajar en su estudio como ayudante.
Por la correspondencia que cruzó con su familia, su estadía no pensaba ser definitiva, pero el advenimiento de la Primera Guerra Mundial, el derrumbe posterior de Europa, y el éxito que logró paulatinamente, colaboraron con su radicación.
Cuando salió de su tierra natal, con 23 años, Bourquín inició un Diario de mi vida en la Argentina, pero los apuntes conservados se reducen al viaje entre Ginebra y Buenos Aires. En la primera página, con fecha 13 de octubre de 1913, inscribió un epígrafe de exaltado tono romántico: El hombre no ha nacido para ser feliz, sino para ser un hombre, bajo su propio riesgo. Hay que ir entonces a la vida como se va al fuego, sin saber cómo se regresará.
A pesar de su entusiasmo, San Rafael no fue lo que esperaba. Ni bien llegado, un fuerte granizo destruyó la cobertura de vidrio de la galería de pose del estudio de Pi. Bourquín advirtió que su empleador no estaba en condiciones de emplear un ayudante, y decidió irse a Buenos Aires e intentar abrirse paso en su profesión.
La correspondencia que mantuvo con Pi da cuenta de las dificultades iniciales, pero también de una gran presencia de ánimo y un cabal conocimiento de la industria de la impresión. En 1921, impulsó la publicación de un almanaque llamado Patria: estaba armado con tres días por página y llevaba un total de 126 fotografías, cada una con una leyenda, de índole histórica. Algunas eran citas de escritores reconocidos y otras fueron redactadas ad hoc. Para producirlo constituyó la sociedad G. Bourquín y Cía. con Víctor Berthet.
El almanaque fue alabado por personajes importantes de la cultura nacional a quienes Bourquín lo envió, entre ellos Paul Groussac, Ángel Gallardo, Estanislao Zeballos, Ricardo Rojas, Ramón J. Cárcano, Martiniano Leguizamón y Leopoldo Lugones. Pero resultó un fracaso económico.
En un nuevo intento por obtener rédito, resolvió eliminar las fechas en la parte superior de las páginas del almanaque y convertirlo en un pequeño álbum encuadernado: La Argentina pintoresca, que solo contenía las fotos y sus leyendas.
En esa época, Bourquín vislumbró que había potencial económico en la venta postales, álbumes fotográficos y servicios a empresas e instituciones diversas. Su firma G. Bourquín y Cía. tenía varios álbumes de distintos formatos en circulación, de los que se vendían, entre 600 y más de 10.000 ejemplares por año. Iban desde pequeños librillos hasta desplegables en cartón de más de un metro de largo.
Los primeros solían corresponder a la ciudad de Buenos Aires y abundaban en imágenes en las que aparecían tanto la arquitectura y los parques, como el trajín de vehículos y peatones. Los segundos, bajo el nombre genérico de Argentina ilustrada. Series fotográficas documentales, eran conjuntos de fotografías de lugares como el delta del Paraná, Misiones o Tierra del Fuego. El propio Bourquín diseñaba sus tapas y portadas. Otros formatos a los que recurrió fueron acordeones de postales o librillos de postales troqueladas. Además, comercializaba copias fotográficas sueltas con leyendas impresas.
Fue pionero en la edición de publicaciones con fines publicitarios. Pensaba en ofrecer sus vistas –como se llamaba a las tomas de paisajes– a restaurantes, grandes hoteles, marcas de galletitas, aguas minerales, cafés o hasta cigarrillos. Lo hizo para la marca de relojes Longines, incluyendo fotomontajes con grandes carteles de la firma sobre edificios del centro de la ciudad.
La aplicación en cartoncitos de cigarrillos la logró recién en 1932, cuando se asoció con Fritz Kohlmann, otro importante editor de postales de la época.
Si bien viajó por todo el país –incluidas las islas Georgias del Sud en 1914–, la provincia de Misiones ocupó un lugar fundamental. Su libro Misiones y cataratas del Iguazú, publicado entre 1930 o 1931, tiene un lugar especial en su trayectoria.
La obra se publicó mientras las autoridades avanzaban en la colonización de Misiones (que era Territorio Nacional). Bourquín fue amigo cercano de uno de los empresarios encargados de esa tarea, Enrique Otto Bucher, un ingeniero agrónomo también suizo, cofundador en 1926 de la colonia Puerto Esperanza. A instancias suyas, realizó varios viajes a Misiones.
Misiones y cataratas del Iguazú comienza con vistas del puerto y la ciudad de Posadas. Luego avanza por picadas en la selva río arriba, a lo largo de la costa del Alto Paraná. Muestra Corpus y Puerto Gisela, el primer sitio donde estuvo Bucher. Entre sus imágenes aparecen ranchos en la selva, una mujer guaraní, cosechadores de yerba mate –en la jerga local, tareferos– y otros trabajadores; no están ausentes las ruinas jesuíticas de San Ignacio Miní. Las cataratas del Iguazú ocupan cerca de la mitad del volumen.
Luego de publicar Misiones, Bourquín continuó viajando por el país para obtener fotografías nuevas, aunque con menor frecuencia que en los quince años anteriores. Se casó con Esther Sameh y tuvo una única hija, Jeannette.
A medida que reducía sus viajes, se abocó a un trabajo de gabinete que parece haberle resultado gratificante. Se dedicó a iluminar fotografías, es decir, colorearlas a mano. Lo hacía sobre copias de 18 x 24 cm de paisajes del norte del país, vistas de la cordillera de los Andes, imágenes de llamas, bañados en la pampa, arreos de ganado, o sea, de temas rurales más que urbanos.
Gastón Bourquín murió en Buenos Aires el 7 de diciembre de 1950, el día siguiente de cumplir 60 años. Kohlmann, su socio entre 1932 y 1937, ayudó a su viuda a organizar el material fotográfico. Varios años más tarde, en 1963, Esther lo vendió a la Municipalidad de Buenos Aires al precio de $m/n 300.000.19 (unos u$s 18.500 actuales). La operación incluyó cerca de cinco mil objetos, entre negativos en vidrio y en película flexible, y diapositivas corrientes y estereoscópicas en número no muy distinto de lo que aportó en 1932 a la sociedad con Kohlmann.
También abarcó más de 6.000 tarjetas postales, unas 1.500 fotografías impresas, unos 100 cartones con fotografías y un libro índice. Los materiales se entregaron a la Dirección de Acción Cultural. Hacia 1980, José María Peña, entonces director del Museo de la Ciudad, los halló mermados y en condiciones deplorables en el edificio del teatro San Martín, y los incorporó a la colección del museo. Actualmente, allí se conservan unos 2.000 negativos en vidrio y en película flexible, unas 1.500 diapositivas corrientes y estereoscópicas, menos de 50 tarjetas postales, unas pocas fotografías sobre cartón, materiales impresos y documentación profesional. En la década de 1980 los descendientes de Bourquín donaron al museo algunos equipos fotográficos, cuyo paradero actual se desconoce. Trecho de texto de Soledad Gil / La Nación.
Nota do blog: Data das imagens, quando obtidas, nas imagens / Crédito para Gastón Bourquín.



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